domingo, 27 de abril de 2008

El elemento sorpresa y las virtudes del error‏

Al quedarme solo en mi casa sin ganas de leer mis apuntes ni a Durrell, busque revistas.
Pettinato no es un gran escritor. Tiene, no obstante, más de un insight correcto, y un modo insatisfactorio pero suficientemente eficaz de transmitir tanto sus contenidos como sus efectos presentes y futuros…: Pettinato me da placer. El tema de su disertación: Sargeant Pepper. Pettinato, a propósito del cuál, decía lo que repite en cada artículo, lo mismo de siempre: el rock educa, el rock contra nuestros padres, el rock te ilumina, el rock hace que los solitarios sigamos solitarios pero acompañados, que la droga, que el sexo, que las intensidades. Todo ya leído y todo verdadero (por lo menos para la generación Pettinato). Cuanta cómo escuchar el disco “era un medicamento” que provocaba que “se te abriera la cabeza”. Sea o no esta una forma pertinente, verdadera o eficiente de transmitir lo percibido, sentido y vivido, es claro a qué se refiere. Quizás yo tampoco sea muy bueno para describirlo, siquiera para nombrarlo. Hace ya un buen tiempo descubrí las maravillas del mp3 Luego vino la banda ancha, el Soulseek y ningún disco del ancho mundo del rock me fue ajeno. No poder escucharlo jamás no fue más una posibilidad. Cada vez escuchaba más, y más variado. Claro: también por menos tiempo. No supe en qué momento me tiré a la pileta, cuando me embarqué en este mundo y esta empresa –no lo sé todavía. Cada vez consumo más discos más raros y cada vez más y con mayor velocidad me olvido de ellos. Pasó Magazine, Calexico, Afghan Wighs, Japan.,Julian Cope, Mott the Hopple, Todd Rundgren, y ninguno duró más de un mes. No voy a evitar la analogía con eso que Dolina llama, pomposamente, “el hecho amoroso”: cuando menos te lo esperás, cuando creés que ya no va a venir, ¡zas!: el mazazo en la cabeza y quedaste grogui para toda la cosecha sin entender de dónde vino qué cosa. (Ni siquiera tenés en claro que haya sido un tren lo que te arrolló). Creo que esto es verdad en general. Noto con cierta preocupación que estoy demasiado cómodamente instalado en este credo. No debe ser siempre así, no (y de esto estoy seguro) para todo el mundo. Quizás haya visto venir algunos enamoramientos; quizás, incluso, haya buscado más de uno (porque a veces también se puede esto). Estoy incómodo, y no puedo identificar bien por qué. Una segunda analogía viene al caso; el objeto de ésta, cabe aclarar, es el análogo de la primera. En la página 154 de la edición de bolsillo de Edhasa de “Balthazar” (el segundo eslabón de “El Cuarteto de Alejandría”) Lawrence Durrell le hace escribir a Pursewarden que “Todo puede ser cierto de cualquiera…”. Me afilio en las lides de los adeptos a la verdad de esta sentencia, que hoy por hoy me parece el colmo de la obviedad cagona. Porque por supuesto que es cierta y por supuesto que no agrega demasiado a nuestras continuas evaluaciones –más que un dejo de prudencia. Lo que no está mal, pero es muuuuuy poco. Si adoptas esta máxima no te vas a equivocar nunca. Ahora: no esperes acertar demasiado. Porque de lo que se trata (amiga, amigo) es de acertar, y de acertar mucho. Para tener una conducta exitosa (no importa qué idea se tenga del éxito), en la vida y en el arte (que es parte de la vida –no conozco a ninguno que haya escrito una sinfonía estando muerto), hay que arriesgar pronósticos y actuar en consecuencia. Hay que equivocarse, y hay que hacerlo en cantidad, si es el precio a pagar por cuantiosa suma de goles. Mi sexismo irreductible (pero estoy dándole batalla) me dicta que esto lo saben mejor las mujeres en general, y los tipos con calle en particular. (Lo que hace pensar que los tipos con calle acaso sean minas disfrazadas.) No está bien ser sexista. Tampoco fanático. Sigo dándole vueltas al asunto. Y, mal que me pese, esperando desesperado el nuevo de José González.

No hay comentarios: